25.9.10

Amapola

A la pequeña amapola no la querrían tanto como la quería aquel pulgón anaranjado. La quería a rabiar. Daría lo que fuera por ella. Si el viento la tumbaba un tanto, aquel bichito la empujaría hasta estar recta. En pocas palabras, sentía amor. Amor por algo imperfecto. 
Pero a nuestra flor le fascinaba un árbol demasiado grande. Tan grande que aun que ella gritara lo más alto posible, nunca la escuchaba. Cada minuto que pasaba la flor necesitaba que la escuchara.
Ella era una flor rota y extraña, ¿por qué ese árbol iba a quererla tanto como el pulgón? Eso es algo improbable, ¿verdad?
Y me seguiré torturando hasta que no pueda más.
La amapola llegó a odiarlo todo.

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