31.10.11

Mily se volvió pastelera.

Todo comenzó cuando habló con Cupido. Le comentó todas las consecuencias que podía acarrear el volver a besarla, pero eso a ella no le importaba ya que era su anestesia y le hacía estar bien.
Lo único que Mily no soportaba eran esos momentos en los que sus mentes se entrelazaban y se preparaban media hora antes para ese maldito punto y aparte que traía consigo la ausencia. Solo quedaban un millón de suspiros y besos acumulados hasta la próxima vez.
¿Y qué hacía Mily mientras ella no estaba? Porque no quería llorar, ni desesperarse. Entonces lo que podía hacer era ahogar sus penas entre azúcar y limón.




(Ya fueron muchos los relojes que rompió solo para que el tiempo pasara más y más deprisa, porque la espera la consumía lentamente y ya con quedarte embelesada mirando al teclado y pensar en otra cosa que no fuera ella, no valía. Porque está en cada punto de su habitación, de su cama, de su mente e incluso de su cuerpo. Se dio cuenta del echo de que no podía separarse de ella ni un solo momento)

18.10.11

Miedo, tan "simple" como eso.

¿Has escuchado alguna vez la expresión: "tengo los huevos de corbata"?
Pues bien, si yo hoy fuera un tío, me estaría atragantando con ellos.
Que por qué, te preguntarás. Todo es a causa del miedo que tengo. Ese maldito miedo que se te enreda en el estómago y no te deja, ése que tanto conoces. 
Ni la velocidad del viento lo ha arrastrado a otro lugar, ni siquiera cuando he decidido pedalear más y más rápido para que me dejara. Únicamente me ha dejado en paz cuando me he dado cuenta de que el dolor de mis piernas era más agudo que el miedo. 
Y es que no puedo soportar la incertidumbre que me quiere acompañar día a día. El echo de no saber si el mañana aparecerá totalmente nublado y no hubiera más sol o que ni siquiera quisiera soñarte ni quererte.
Que estoy acojonada joder. MUY ACOJONADA.
Que lo único que quiero es que el resultado de tú+yo sea un de por vida elevado a infinito más uno.
Que te quiero Laura Carrillo. T-E--Q-U-I-E-R-O.
Pero es ese miedo lo que me paraliza muchas veces.

14.10.11

Carta



Tantísimo en un pequeño bote, todo guardado para que no vuele.
Hay cosas de la Guardiana, como las estrellas (junto a éstas su propia estela (porque es muy difícil atrapar una estrella sin llevarte su estela)) y alguno de sus cascabeles.
También hay cosas de Smaer. Sus plumas, esos magníficos objetos que lleva en su espada y que le dan fuerzas para hacer casi todo.
Quería que recordaras todos los maravillosos momentos que hemos pasado, pero claro, eso sería motivo para echarme de menos y no me apetece que te entristezcas, así que cuenta las mil historias del paladín Smaer y no le des tiempo a la añoranza. (Poorfaaa... cuéntalas, quiero leerlas *^*).
Y bueno... Yo también te echaré de menos, créeme.


                                                         Vuelve. Te necesito para volver a mi mundo maravilloso
                                                         porque sin pretenderlo, te convertiste en una de las puertas 
                                                         que me transportan allí.   




                                         Lorena


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Se fue. Y no sé si para siempre...


-¿Dónde dejaste tirada tu espada? 
El pequeño señaló una habitación donde solo había negrura y ninguna manera de encender una mínima chispa con la que poder vislumbrar algo.
-¿Me la puedes coger tú? Es que tengo miedo.
-NO.
-Bueno no importa. ¡Solo era de juguete! Compraré otra.- El niño sonrió mientras ella se daba cuenta de lo que estaba sucediendo.
-Ah... ¿que no era de verdad? Vale, bien... ¿Y la de verdad?- Dijo casi cabreada.
-Se me perdió.
Un silencio demasiado pesado se hizo notar. En el interior de ella empezó a reverberar la peor de las llamas. Crispada y furiosa no pudo contenerse y le dio una bofetada al niño.
-¡¡Ve a buscar tu maldita espada y se lo que tengas que ser, YA!!
                                             

8.10.11

En verdad se de sobra que todos aquellos arboles le olvidaron y dejaron de esperar los otoños en donde ella aparecía para recoger sus hojas.

1.10.11

-¡Claro imbécil! ¡Claro que tengo miedo! Miedo de coger ese avión, miedo de estar allí sola.
- Y ¿cómo lo sobrellevas?
- Llamando a Eyphímera, claro.
- Pero... Si eso ya está olvidado ¿por qué tus ojos me siguen diciendo que estás acojonada?- le escruta de hito en hito la mirada.
De repente surge un silencio muy pesado que atraviesa toda la calle. Ella mira únicamente al suelo.
- Porque este miedo es el que se despierta conmigo, el que me acompaña día a día y sobre el que Eyphímera no tiene apenas poder.
Porque atraviesa mi garganta y me asfixia. Hace que, con lágrimas recorriendo mi cara y sin apenas aire dentro de mí, caiga al suelo mientras pasan los segundos más largos de mi vida. 
Ahí mi subconsciente me obliga a olvidar mis pulmones. Me dice que no estoy en el suelo llorando... Me dice que lo olvide, que me levante y siga, como lo hago siempre.
Y lo consigo; vuelvo a respirar.
- Pero... ¿por qué sientes esto?
Largo silencio. 
- Porque quizá, sin quererlo, vuelva a dejar de jugar a las princesas.








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