1.10.11

-¡Claro imbécil! ¡Claro que tengo miedo! Miedo de coger ese avión, miedo de estar allí sola.
- Y ¿cómo lo sobrellevas?
- Llamando a Eyphímera, claro.
- Pero... Si eso ya está olvidado ¿por qué tus ojos me siguen diciendo que estás acojonada?- le escruta de hito en hito la mirada.
De repente surge un silencio muy pesado que atraviesa toda la calle. Ella mira únicamente al suelo.
- Porque este miedo es el que se despierta conmigo, el que me acompaña día a día y sobre el que Eyphímera no tiene apenas poder.
Porque atraviesa mi garganta y me asfixia. Hace que, con lágrimas recorriendo mi cara y sin apenas aire dentro de mí, caiga al suelo mientras pasan los segundos más largos de mi vida. 
Ahí mi subconsciente me obliga a olvidar mis pulmones. Me dice que no estoy en el suelo llorando... Me dice que lo olvide, que me levante y siga, como lo hago siempre.
Y lo consigo; vuelvo a respirar.
- Pero... ¿por qué sientes esto?
Largo silencio. 
- Porque quizá, sin quererlo, vuelva a dejar de jugar a las princesas.








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