29.5.11


10 caprichos, 9 sonrisas, muchas curiosidades, infinito cariño.

Fueron momentos realmente buenos, realmente felices en los que lo único que le importaba, era verle después de las clases, allí sentado en su sitio preferido del sofá.
Él fue quién le enseñó a ser curiosa en la vida, le enseñó que lo más grande se encuentra en las cosas más pequeñas. Fue Él quien le dijo que hay que luchar por lo que se quiere, costase lo que costase. Y que se puede dar infinito cariño a las personas.
Supo darle 10 caprichos a los que ella correspondió con 9 sonrisas.

Unos días antes de que la catástrofe se cerniera sobre la pequeña Luna, ésta ya sabía lo que iba a ocurrir. Pero era demasiado pequeña para aceptarlo, era demasiado pequeña para comprender por qué se iba y por qué no podía decirle ni tan siquiera un Adiós. 
El día anterior a todo, Luna le confesó sus miedos a su mejor amiga, a Iris, su gatita gris con un ojos lila y otro marrón.
Iris no se separó de Luna en ningún momento mientras le contaba que sería una noche verdaderamente larga para esperar lo peor. Estuvo junto a ella mientras lloraba las mil lágrimas que le correspondían a la noche anterior a todo.
Las horas pasaron pesadamente para todos, incluso para la portadora de malas noticias, la que fue directamente a ver a Luna y decirle que todo había terminado para Él. 
Ya no habría más caprichos, ni sonrisas, ni cariño que pudieran equivaler a Él. Todo terminó ahí.

Una noche, larga espera, una portadora de malas noticias, un millón de lágrimas, ningún Adiós.




                           Te querré, no por siempre, sino toda mi vida.

17.5.11

¿Cómo decirte que tengo un nudo inmenso en la garganta? Un nudo que me impide pensar y respirar con ganas. Que me impide hasta escribir esto.
Son ideas contradictorias, ideas que no rozan la base de la locura, sino que las sobrepasan con creces y me siento muy perdida. 
Cuando sus palabras volvieron a renacer en mis ojos, volvieron los recuerdos rotos y las promesas olvidadas.
Y aunque todo comenzó de la misma forma en la que empiezan las amistades tempranas, esto terminó de una forma que nadie supo ver de manera evidente.
En verdad no puedo preguntar adónde fuiste, ni por qué atravesaste esa puerta a otro lugar. No puedo preguntarte por qué no volverás, no... no puedo, porque quien se marchó esta vez, fui yo. Sin más. Sin Adiós, sin ni siquiera esa última mirada de despedida. Nada. 
Sabíamos lo que estaba pasando en nuestro mundo, ese terremoto que todo lo arrasaba, ya no podíamos ( o por lo menos yo) estar tranquilamente allí, sin temer constantemente que todo se pudriría al no haber casi nada.
No diré que la lucha continua, porque mi ganas se esfumaron. Porque todo lo que siento cuando estoy contigo se esfuma al vacío,sin poder remediarlo, a un lugar irrecuperable y no tengo fuerzas para recuperar los buenos momentos.
Sabemos que es cuestión de tiempo.