28.3.11

Inmersa en un lejano mar donde no hay ni vida ni luz. El agua es muy densa y ni siquiera me permite nadar.
Noto como mis pulmones necesitan desesperadamente aire. Me voy asfixiando poco a poco y no puedo hacer nada por remediarlo. Lloro desconsoladamente, llena de impotencia y con un nudo inmenso en el pecho. 
Pareció pasar un milenio antes de darme cuenta que había una extraña luz dorada cerca de mí y siento casi inconsciente cómo me arrastra. No sé si me lleva a la superficie o al infinito fondo que encierran esas aguas negras.
Al despertarme me encuentro con un paisaje donde reina la oscuridad. No hay ningún color, solo un sinfín de diminutas motas de polvo que desprenden una extraña luminosidad dorada.
- Tienen el mismo color que aquella luz... Aquello que me salvó.

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