20.1.11


No era uno de esos príncipes pijos y tontos, por lo menos yo no lo veía así. Ni siquiera era un príncipe común, no vestía de azul y le gustaba jugar a la play.
Esta vez no estaba alegre. Hoy lucía su sonrisa triste, intentando ocultar secretos que se escapaban por sus ojos.
Conocía a mucha gente, pero hasta el momento indicado, no supo que tenía ante él a la mismísima Guardiana de Estrellas.
Esa persona que embotella estelas de astros lejanos, esa que intenta cuidar lo mejor que puede a las estrellas más cercanas.
Por algún motivo desconocido, el príncipe ignoraba los gritos de ánimo que le mandaba nuestra amiga cuando éste pasaba por su lado, los dos disfrazados. Ni siquiera veía que le intentaba ayudar.
Antes de nada, debo aclarar que la guardiana carece de paciencia y nunca se le dio bien esperar. Por ello, intentó dejar al príncipe a su aire.

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