Ya no había nombres disponibles para ella, pero podríamos atribuirle una característica. Solitaria.
Nunca eligió serlo y no tuvo problemas hasta hace un tiempo, porque empezó a sentir la necesidad de hablar con alguien pero, ¿con quién lo hacía?
Realmente estaba sola y no podía más. Su mente le gritaba su nombre una y otra vez, sin descanso alguno, con desesperación. Como si le faltase el corazón... Sí, el corazón... Pero esto no era real, no podemos mentir a estas alturas, moriríamos de dolor. No es en absoluto algo real, es la ausencia que grita con angustia la falta de la cálida mirada del amor.
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